domingo, 1 de abril de 2018

Tendré que hacer limpieza

          De vez en cuando el pérfido sonido de las bombas vuelve a retumbar en los cimientos a medio destruir de mi pequeña casa. A la vez que el polvo se levanta un instante para posarse de nuevo en los ladrillos amotinados del salón. Mientras, el olor a muerte embriaga de nuevo el ambiente.
          "Mierda, tendré que volver a hacer limpieza", piensa mi mente haciendo un gran esfuerzo por no sonar a mecanismo sin engrasar.
Pero antes si quiera de hacer el intento, dos chicos jóvenes irrumpen en mi casa huyendo de las bombas y creen estar a salvo. Uno de ellos jadea con tanta fuerza que el polvo vuelve a gambetear en su asiento.
         "La próxima vez, yo mismo le tiraré las bombas a esos Neometaloides", dice cuando recupera el aliento.
       "La única forma de luchar contra ellos es mantenernos unidos", le contesta el otro que, inmediatamente después, le besa. "Nunca dejaré que te maten".
Los dos chicos consuman su amor prohibido encima de la mesa a medio astillar. La piel desnuda de uno de ellos absorbe la humedad de la madera y el cuerpo del otro emite sonidos arrítmicos de metal al golpearse contra la mesa en los momento de pasión.
Un vago sentimiento humano de piedad evita que interrumpa esa escena, pero antes de poder analizar esa caridad llegan a mi cabeza señales que me mandan asesinar. 
Cojo el hacha velozmente y con un violento golpe le quito la vida humana a uno de ellos manchando mi casa de sangre.
La mirada del otro chico cambia al instante. Sus ojos se transforman en una inerte esfera robotizada. Había perdido el único sentimiento que le hacía humano y volvía a su programación inicial. Se mira las manos manchadas de sangre y dice:
           "Mierda, tendré que hacer limpieza."
MARTA BURGOS͢

viernes, 2 de diciembre de 2016

Hay tantas cosas que puedes perder, por el simple hecho de no valorarlas que en este preciso instante la más ridícula y molesta nimiedad... Si, esa que acabas de mandar a la basura, porque acabas de incluirlo en la lista de cosas que no merece la pena seguir usando.Si, esa que tarde o temprano vas a querer recuperar porque el resto de cosas que si estaban en la lista de objetos útiles; no te llenan, no son capaces de cumplir la función que estaba llevando acabo en profundo silencio la nimiedad que perdiste, mejor dicho, que dejaste escapar. Y es ahí cuando te das cuenta de lo que tenias, cuando ya lo has perdido, mejor dicho, cuando lo has tirado a la basura y el tiempo con su ausencia se ha encargado de tatuarte su valor en la frente.Ese valor, único e insustituible. Puede que tengas suerte y baste con tragarte tu orgullo y mirar en la papelera de tu habitación o en el cubo de basura al pie de tu casa y rezar para que lo que tiraste aún siga ahí, esperándote.Pero si le has causado tanto daño, que ni tan siquiera siente a los buitres del basurero intentando aprovecharse de lo poco que queda de él.Déjalo ir. El tiempo reciclará sus errores y lo hará un objeto nuevo y mejor. Aún que para entonces sea a ti al que te duela. "Bueno, menos mal que los objetos no tienen sentimientos" te consolaba pensar antes de tirarlo a la basura y valorarlo como persona.



miércoles, 30 de noviembre de 2016

Sueños













El mundo está repleto de sueños de los que se imaginan durmiendo y se cumplen despiertos.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

U.M.P

Pronto podréis disfrutar de Un Mismo Pasado en papel o en formato digital les mantendré informados.

sábado, 15 de marzo de 2014

Capitulo 6: ¿Quiere casarse con migo?

Me lave la cara, brazos y piernas, y observé mi rostro reflejada en las aguas por primera vez desde que me hallaba allí. No había cambiado nada, mi cabello castaño, ondulado y tan encabritado como siempre seguía pegado a mi cabeza, mis finos y rosados labios y mi menudita nariz seguían en su sitio, al igual que mis dos extraños ojos violetas a los que tampoco notaba diferencia alguna, permanecían llorosos examinando mi apenado rostro.
De pronto la calma de la que os hablaba antes cesó, pues un estruendo como el de cacerolas moviéndose, chocándose unas con otras, interrumpió el correr del agua.
Me incorporé acelerada y giré la cabeza bruscamente hacía el lugar por el que la esperanza misma se dejó ver a mis ojos.
Corrí lo más que pude y salté a sus brazos como un niño al encuentro de su madre. Sentí el calor de su piel a través de la armadura, el único calor capaz de derretir mi corazón helado.
Atónita la persona que había tras las ropas de hielo, no supo cómo reaccionar a mi desesperado abrazo, se quedó petrificada, inmóvil, disimulando disfrutar de la compañía que yo con ese abrazo le dispensaba.
Una pequeña lágrima tímida y pesarosa no pudo evitar rodar por mi mejilla acompañada de un sollozo que hizo a la armadura reaccionar al fin, ante mi abrazo, rodeando con sus brazos mis hombros y juntando su cabeza con la mía.
 Nos quedamos así un momento, juntos, disfrutando mutuamente del fuego con que nos calentábamos, sin atrevernos a hablar para no apagarlo.
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