Deje suelto a Crash, para seguir contemplando el
cielo gris que avecinaba tormenta, sumida en mis pensamientos me adentre cada
vez más en el bosque, dejando atrás la pequeña población de la que procedía.
Unos ladridos me hicieron percatarme del lugar en el
que me hallaba. Por un momento me sentí perdida, pero enseguida divisé el
edificio que tiempo atrás había sido un espléndido castillo y que ahora, solo
era un montón de piedras colocadas formando una pared.
Unas pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer a mí
alrededor.
Llamé a mi perro para regresar antes de que la
lluvia nos empapara por completo, pero su contestación a base de ladridos
procedía del castillo y recordé el pánico que tenía Crash al agua.
Tiré de Crash hacía la puerta, pero no había modo
alguno de que saliera del castillo, Fuera, la lluvia empezaba a caer con más
fuerza y terminé por acatar las órdenes de mi perro quedándonos hay hasta que
la lluvia cesara.
Me desperté en una habitación que no era la mía,
calada hasta los huesos y sin recordar nada de lo que me había sucedido.
Me disponía a levantarme del suelo cuando una
muchacha de largos cabellos y de vestido blanco entró por la puerta y sin más
miramientos grito a los cuatro vientos: “¡Guardias!”.
Entonces eche a correr azorada seguida de dos
hombres con extraños trajes que me gritaban: “¡detente muchacha!”.
Se unieron más personas a mi persecución y di
gracias a mi padre por apuntarme a atletismo porque ahora no había nadie que me
alcanzara. Seguí avanzando pasillo abajo, buscando un interruptor que me
despertara de ese extraño sueño, pero a diferencia de los sueños que había
tenido, en este me cansaba, lo que me hizo plantearme que lo mejor en esos
momentos era buscar una puerta por la que salir antes de que los guardias
lograran atraparme.
Descendí las escaleras hasta lo que parecía un
vestíbulo, que me resultó un tanto familiar, aun así, me dirigí hasta la puerta
como alma que lleva el diablo y con el corazón a punto de salírseme del pecho conseguí
abrirla con un fuerte portazo.
Pero para mi sorpresa la cacería que habían
organizado para cogerme terminó antes de que lograra adentrarme en el bosque.
Aquella mirada nunca la olvidare, los ojos azules de
aquel muchacho de más o menos mi edad
que había conseguido interceptarme cuando yo, ya pensaba que era libre.
Me perdí en sus
ojos cual laberinto y tan siquiera noté el filo de su espada rozando mi piel. Él
también olvido los gritos de los guardias por un instante y correspondió a mi
mirada sin separar la espada de mi pecho.
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