jueves, 26 de diciembre de 2013

Capitulo 3.1: Quehaceres de bruja

Los primeros que repararon en mí, fueron dos niños que jugaban honradamente en la calle con cuatro trapos bien atados.
 Estaba prudentemente escondida tras unos matorrales a la espera de que cayera la noche para poder salir a por algo de comida sin ser vista, pero aquellos dos hermanos se interpusieron en mi objetivo, cambiándolo a mejor. El pequeño, de unos 8 años llamó a su hermana al advertir movimiento entre los arbustos y los dos me hallaron minutos después. Para mi sorpresa no se amedrentaron al verme, me miraron compasivos, ofreciéndome un plato caliente y un techo donde pasar la noche, ¿y como no aceptar la amabilidad de dos niños que me ofrecieron su ayuda con buena intención?
Me  llevaron a un edificio ruinoso que no fui capaz de reconocer hasta hallarme en su interior, Me habían hospedado en su casa, que dos siglos después sería la de mis abuelos maternos.
En poco tiempo les cogí cariño, Escolástica y Roque eran sus nombres, que no tardaría en aprenderme  pues su madre los había llamado intencionadamente como a los patrones del pueblo: San Roque y Santa Escolástica.

Escolástica era 4 años mayor que su hermano y parecía ocuparse de las labores de la casa con mucha maña, me tendió un plato de gachas que acepte de buena gana, a pesar de que nunca antes me había atrevido a probarlas, tonta de mí. 

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